10 años con el iPhone: así revolucionó Apple el mundo de los celularesicit

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Steve Jobs mostró el iPhone por primera vez en 2007. Apple cumplió su promesa de romper paradigmas y revolucionar el mercado móvil.

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JOHN G. MABANGLO/ EFE




Por: TECNÓSFERA

29 de junio 2017 , 12:32 p.m.




"Un iPod, un teléfono y un navegador de internet. No son tres dispositivos diferentes, es solo uno y lo estamos llamado iPhone. Hoy Apple va reinventar el teléfono".

Con esta frase, Steve Jobs presentó, el 9 de enero de 2007, el primer modelo del iPhone, un dispositivo que supuso un cambio de paradigma en la industria móvil.

Y no es para menos, pues se estima que la compañía de la manzana ha vendido, a lo largo de su historia, más de mil millones de unidades.


El iPhone cambió la manera cómo se usaba el celular. Con la llegada del primer iPhone, Apple ofreció una forma diferente de interactuar con los celulares.

Por ejemplo, la compañía estadounidense, logró, llevar el poder de un computador a la palma de la mano. Esto fue posible gracias a la llegada del explorador Safari y, sobre todo, a la integración de aplicaciones móviles que impulsaban el entretenimiento.

En un artículo publicado en la revista Forbes por el periodista Anthony Karcz, destaca que el iPhone provoco un cambio en la sociedad. "Desde entonces estamos conectados (...). Los iPhones se convirtieron en nuestros compañeros constantes, pues desde entonces es posible acceder a juegos móviles y a la biblioteca del mundo digitalizado de la música", agrega.

En una nota publicada por Tecnósfera el 9 de enero de 2017, se mencionó que uno de los grandes cambios que supuso la llegada del iPhone al mercado fue la estética del móvil. El uso de una pantalla multitáctil, y de diversos gestos con los dedos como método de control, marcó un cambio de paradigma. Lo común en ese entonces era usar teclados físicos, una tendencia impulsada por fabricantes como Nokia, Motorola y BlackBerry, entre otras.

Por otra parte, la compañía de la manzana impulsó la creación del cristal Gorilla que se usa en la actualidad en casi todos los dispositivos móviles. La empresa fabricante, Corning, accedió a crear el material porque Jobs lo consideraba necesario para su teléfono móvil.

Vea cómo año tras año, el teléfono de Apple cambió física y funcionalmente desde junio de 2007.

Las aplicaciones, la clave. En julio de 2008 se lanzaría la App Store (la tienda de aplicaciones de Apple), un negocio multimillonario que le permitió a los desarrolladores ganar 20.000 millones de dólares en 2016. Ya cuenta con más 2,2 millones de aplicaciones y ha registrado 140.000 millones de descargas en sus poco más de ocho años de historia.

El medio de tecnología Cnet asegura que con la llegada de las aplicaciones, fue posible impulsar el mundo de la fotografía. "Claro, teníamos cámaras en nuestros teléfonos antes del iPhone. Pero con la combinación del fácil acceso a internet desde el iPhone y aplicaciones como Instagram, inspiró a muchas personas a tomar fotos".

Una forma diferente de construir teléfonos. Desde ese momento que el iPhone llegó al mercado, la apariencia de los teléfonos cambió radicalmente. Dejaron de lucir como herramientas y se convirtieron en artículos de moda. Se acoplaron múltiples sensores a los dispositivos, para garantizar experiencias únicas, como acelerómetros, giroscopios o sensores de proximidad. 



Igor recuerda aún aquella mañana remota en la que se calzó un par de esquís y "un señor de Bilbao" le llevó a la nieve. "Empezamos a esquiar porque un señor llamado Miguel Garay vino a Durango para montar un club. Lo que aquel hombre hizo entonces con los niños de mi pueblo y de otras zonas de Vizcaya es lo que yo intento trasladar ahora al Kurdistán iraquí", reconoce a EL MUNDO Igor Urizar, orgulloso de haber abierto en la aldea de Penjwin -a unos 20 kilómetros de la frontera con Irán- la primera escuela de esquí de Irak. "Cuando llegué en 2010 el lugar me recordó aquellas salidas que hacíamos de pequeños. En los años 80 tampoco teníamos infraestructuras y solíamos subir al monte, allí donde había nieve para pisarla uno detrás de otro y dejar nuestra huella", evoca el monitor vasco.

Caminar sobre la tierra antes no hollada es una aventura no exenta de riesgos. Igor lo comprendió en 2009 cuando, fascinado por la historia que había leído en una guía de viajes, se lió la manta a la cabeza y se marchó a un pueblo perdido en las montañas del Kurdistán turco al que las nevadas condenan al aislamiento dos meses al año. El viaje resultó un fiasco. "No salió bien por las presiones de la policía. Un día, poco después de llegar, me invitaron amablemente a que me marchara", confiesa.

El revés, sin embargo, abrió otra puerta: la de la vecina región autónoma del Kurdistán iraquí, "una isla -dice el esquiador- en un mar de conflictos". En el invierno de 2010, Igor -pertrechado de un lote de esquís- aterrizó en Penjwin, a los pies de unas sierras que guardan todavía el espanto de las minas; la memoria de los kurdos que huían de Sadam Husein; y el rebuzno de los burros que cruzaban el contrabando.

"Al principio les pareció una cosa frívola pero, al invitarles a Navarra para que viesen el funcionamiento de la semana blanca, empezaron a darse cuenta del potencial", apunta el precursor en suelo iraquí del esquí nórdico -una modalidad que permite desplazarse por senderos y pistas forestales de inclinación moderada sin necesidad de infraestructuras-. Desde entonces, Igor ha logrado una pequeña revolución en los inviernos del Kurdistán. "Penjwin empieza a ser conocida por el esquí. Tenemos un edificio donde se almacenan los esquís y donde se organizan actividades de música, inglés e informática. Si una tarde nieva, los chicos llegan, piden prestados los esquís y practican en una explanada que hay justo detrás. Antes yo era quien tenía que organizar las clases pero ahora son ellos los que tocan a la puerta", narra entusiasmado el vizcaíno.

El éxito ha permitido que la iniciativa se desarrolle ya en las tres provincias del Kurdistán iraquí. Y, desde la pasada temporada, los niños sirios que habitan un campamento de refugiado cercano también se deslizan por la nieve de Penjwin. "Cuando no hay esquí, la vida es bastante aburrida y dura", admite Igor, que suele vivir un par de meses al año en el pueblo y tiene aún mucho terreno por pisar. "Cuando no hay nieve, me paso el día tomando té y de casa en casa. Les digo que la cultura kurda está en los pequeños pueblos y que si se van a la ciudad la perderán. Hay que cambiar el 'chip' de la mayoría de los kurdos. Solo suben a la montaña para sentarse, comer, beber y bailar".

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